Una de mis
películas favoritas es Las normas de las casa de la sidra, basada en la novela
de John Irving, la cual en inglés tiene el mismo nombre The Cider House Rules,
y en castellano se tradujo por Príncipes de Maine Reyes de Nueva Inglaterra.
Si bien vi la película y me enamoré de ella antes de hacerlo del libro, no sabría cual elegir, aunque sin duda la película y el guión firmado por el propio Irving tienen un encanto particular, que tal vez la novela más dura, no posea. De todos modos recomiendo ver primero la película, y si gusta leer el libro que sin duda cambia considerablemente la historia es sus 600 páginas.
Si bien vi la película y me enamoré de ella antes de hacerlo del libro, no sabría cual elegir, aunque sin duda la película y el guión firmado por el propio Irving tienen un encanto particular, que tal vez la novela más dura, no posea. De todos modos recomiendo ver primero la película, y si gusta leer el libro que sin duda cambia considerablemente la historia es sus 600 páginas.
La historia nos
cuenta el camino hacia la madurez de un huérfano, Homer Wells, que nunca es
adoptado y termina siendo el hijo adoptivo del orfanato St. Cloud’s y de su médico el
Doctor Larch, éste encontrará en Homer no sólo un pupilo si no un hijo. Pero
Homer siente que se está perdiendo algo en su vida y no para de repetirse las
palabras que lee a los niños “Si he de
resultar yo el héroe de mi
propia vida, o si ha de ocupar ese puesto otro cualquiera, habrán de
revelarlo estas páginas”. Homer deja el orfanato con una pareja que
llegó para evitar tener hijos, y se va a la costa, emprenderá un viaje que le llevará a
descubrir que el mundo es egoísta pero bello, que le enseñará que su casa y su
labor está en el lugar que dejó.
Me gusta esta
historia entre un padre y un hijo que no lo son, pero que se quieren como si lo
fueran. Lo mucho que se echan de menos cuando Homer decide ver mundo, aunque no
irá muy lejos, y descubren lo que antes obviaban que son una familia y lo mucho
que se quieren.
No tengo ninguna
duda de que tenía que haber ganado el Oscar a mejor película de ese año, porque
no es que compitiera con un rival mejor, (American Beauty no es tan
transgresora y buena como muchos alaban, vamos que en Europa ya se veía ese
cine desde hacia 20 años, y salvo Kevin Spacey que se salva, Anette Benning
para mi gusto está sobre-actuada)
Pero no ganó por la campaña que se hizo en contra de ella, que la tacharon de pro abortista, para mi entender una polémica inexistente, puesto que la película ni es pro abortista ni todo lo contrario, ya que si bien nos presenta a un personaje, el Doctor Wilbur Lars que si puede defender el aborto, en Homer y los demás huérfanos tenemos la otra cara de la moneda.
Por eso me
molestó mucho que al final tanto la obra de Lasse Hallstrom,
como la de John Irving quedara reducida meramente a un film pro abortista, y
que no se vieran en ellas otros valores como la familia, la vida,
la amistad, el amor, la necesidad de sentirse útil.
Al final y aunque no es lo más importante consiguió dos Oscars uno para Michael Caine, por su papel de doctor Larch y otro a John Irving por la adaptación de su novela, que tengo la suerte de tener y que es muy bueno también, destaco también la preciosa partitura de Rachel Portman, la fotografía y la dirección, pero bueno no siempre las mejores películas pueden ganar.
Buenas noches
príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra.
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